Profusos golpes arremetiendo contra las formas tenaces, que sin razón se quedan dando vueltas sin llegar a donde quieres.
Para salir del bucle respiras profundo y se abren en ti un abanico de posibilidades.
Nace el arcoiris y caminas por el hacia tus valles poblados de frutos que caen a tus márgenes.
Recopilas las hojas del otoño que caen explicando porqué.
Aprecias y observas dándote cuenta que el universo gira colgado de tus pendientes.

Caen las estrellas como pálpitos augurando lo bueno.
Resaltando lo eterno, lo escondido tras capas y capas de jeroglíficos.
Te entregas a tus sueños y el universo danza contigo con pies ligeros.
Cuadran los lugares, las personas, los hechos hay un hilo conductor que te une a tu centro.
Tantas pinceladas fraguando lo que importa, lo que late sin freno.
Las nubes caen en tus manos y el sol brilla por todos tus rincones.
Una frescura inusitada, del campo al amanecer, te invade de vida y los pájaros cantan que todo es posible en este día que despierta.

Lindezas de amor cayendo como uvas ensortijadas al núcleo de tu corazón.
Provocando el despertar de los entresijos que te paralizan.
Despertando a la fuerza encadenada que se libera.
Disfrutas de este jolgorio que te invade con tanta luz, dándote abrigo.
Naces de nuevo, bebes del vino de las uvas que impactan en tu tierra y la nueva cosecha te embriaga.
Impulsos, pisadas, destellos de tu luz que resplandece brillante de tanto encontrarte.
La vida te emborracha relajando el pasado, ahora todo es posible.

Un simposio de alegría cuando descubres que a borbotones amas la vida.
Cuando al respirar sientes tantas emociones tamborileando tu canción, con esos suspiros que llegan al sol.
Hay tal espectáculo abrasando tu interior que quiere salir de a poco, como las gotas de rocío cayendo lentas a la tierra.
Saboreas el fragor del instante, el segundo suspendido en los pétalos de las flores, en los rincones perdidos para encontrarte, aunque siempre estuviste, pero no podías verte.
Entonces se deleita el amor, grita la tierra tu canción tan fuerte que sabes que eres invencible.

Impulsos que corren, latiendo al compas de estrellas fugaces.
Como culebrillas despiertan en tu caminar, nuevos sentidos antes escondidos.
Lanzándote al camino con la esperanza por bandera, zigzagueando para descubrir pistas, en todos los tropiezos.
No hay herida, cuando el alma vuela libre y lisonjera.
Aligerando peso de burdos pensamientos, poniendo los latidos primero, podemos volar sin alas y amar sin miedo.
Y aparecen huellas en el cielo.

Tiemblan los mares deseosos de tu fuerza y coraje, como pompas de jabón se arremolina la marea en tu interior.
Escupes sapos y cerrojos que caen en la orilla de la playa provocando diques, pero tus olas los sobrepasan.
El agua salada recubre los espacios de tus ensenadas formando figuras, de lo que te incumbe y arrebata.
Te dejas llevar por el agua hasta las puertas de las entrañas donde conviertes las rocas en granos de arena, para que puedas caminar por la playa.
Has conquistado los límites que te aprisionaban.

Ingeniosos murmullos de tus ojos, abanicando a la vida, a tu ritmo, a tu antojo.
Si llega el huracán salen raíces de ti que te enclavan y creces hacia el cielo para dar cobijo a los pájaros de tus sueños.
Se ensortijan en tu pelo, gotas de lluvia parando la sed, refrescando estímulos que te hacen crecer.
Respiras el momento, bebiéndote el cielo con tus ojos.
Lo amas y al sentirse querido te regala, olas de sonrisas que suben corriendo a tu garganta.
Tú abierto al viento, al cielo escuchando lo que dice y tus pestañas suben y bajan libres.

Ascienden al firmamento las olas de tus mares, llegando a los más recónditos lugares.
Buscando pistas sobre lo que te hechiza y embarga, lo que te enloquece y atrapa.
Las algas de tu marejada se pegan en tu espalda, llenándote de verde esperanza, porque los goznes que te encerraban oxidados y podridos se los lleva el agua.
La sal te quema la cara y tus ojos lloran vislumbrando la playa, donde descansas.
Eres un feliz naufrago por conquistar tu alma, que de vez en cuando baja, pero sabe nadar y no tiene miedo a nada.

Confluyen tus tópicos en una playa abandonada para dar luz a tu obra soñada.
No hay rutina, hay verdad y salen rojos cangrejos corriendo del agua.
Dejan huellas pequeñas pero todas juntas forman una ensenada que se adentra en ti, pinzando claves, cuando tus pies andan por la arena de la playa.
Esos granos de arena, como los posos cuentan que la anestesia pasó.
Y si caes aunque duela es tu libertad la que sueña.

Jugando por tus laberintos renaciendo, como si este fuera el ultimo amanecer.
Aprendiendo de tanto pasar por las mismas grutas, que en tus aguas subterráneas hay grandes tesoros.
Devolviéndole a la vida, todo lo dado que está tan envuelto, no solo en papel sino en trazas tan antiguas, que son fósiles, que deben ser interpretados.
Observando, parando, viendo tu rostro en el espejo del lago, si el agua está en calma, todo está claro.
Cae una piedra, hasta el fondo, despertando lo dormido.