Garabatos que quieren mostrar la belleza que hay detrás de un árbol.
Detrás de la bellota caída en el suelo y que cogen tus manos.
Prodigios de vida, solo con observar con los ojos templados.
Este instante efímero pasa por tu lado, engalanado con las hojas que caen, con las gotas del rocío, con el cantar de algún pájaro.
La tierra late a tu paso, encendiendo poderosos anhelos, que se cumplen cuando la pasión embarga, al vivir presenciando.
Garabatos que se descifran, si abrazas el árbol de este bosque encantado.

Sombras parapetadas detrás de la linea que cruza el umbral de la puerta.
Esperan ver la luz que nace del sol y quiere entrar en la caverna.
En esa tan tuya, con tantas zonas diversas, que deben ser desmanteladas por ella.
A todo hay que darle la vuelta, a las luces para ver las sombras y al revés para ver si te atreves a cruzar, lo obsoleto e hinchado por imágenes superpuestas, que no son tuyas pero te inventas.
Creces con las sombras, que la luz hilvana en tu frente.

Resopla el viento con argumentos, capaz de guiar tus pasos por el desierto, tirando de ti hasta las tierras, que palpitan en lo alto.
Que se entregan a la lucha del fuego interno.
Idiosincrasia que revolotea por tu cabeza y cimientos, despertando sueños nuevos.
Templando a la vida, escuchas el sonido único que llevas pegado a tu espalda, desde tu nacimiento.
Vuelas sin alas, ríes sin miedo, dejas entrar la inspiración, por la puerta grande de tus devaneos.
Percibiendo muy reales las raíces que recorren tu tierra, antes profundamente escondidas, ahora suben con firmeza hacia el sol.

Terremotos internos buscando luces, en la noche.
Sombras encendidas que repararan el día.
Se abren grietas por donde caen las indecisiones en picado, que aprisionan los pies.
Nuevas pasiones entre los huecos suben al fin, que quieren ser la nueva lanza, que prodigiosa late con la vida.
Encontrando la armonía perdida, resurgiendo incandescentes, transformando el tiempo en un anaquel de licores, que emborrachan de vida.
Un camino nuevo de esperanza, a tus pies que te eleva por la gran montaña.

Sonríe un doceavo de luna diciendo un «te quiero» dulce e intenso al universo, que le mira atento.
La descubre una estrella que despierta al resto, para todas juntas cantar al cielo.
El amor se desborda y cae en forma de catarata al suelo, llegando a los confines de la tierra, diciendo que con una sonrisa se monta un tablao de amores.
De amores que pueden con los jirones y heridas de tantas almas que gritan, huyendo del caos del miedo.
Una sonrisa de amor dulce e intenso llega a la tierra hoy aliviando, sanando lo enfermo.
Construyendo puentes que cruzan mares y el mundo entero.
Crecen amapolas hasta en el hielo, cuando los corazones unen sus manos, todo es posible.

¿Que trinos y vuelos cruzan el cielo? Que reverberan los campos con tantas semillas que se dejan caer, como algo mágico.
Nada hay fingido, solo vida lloviendo, tan auténtica que de amor se funde el cielo.
Fuego cayendo del cielo, para amar a la tierra, en este solsticio de invierno, donde las aves con sus trinos despertaron este cuento.
Amados hielos si son derretidos, haciendo crecer a la luz que brilla tras ellos.
Consiguieron descubrir el bombeo del universo.

Desafiantes fuerzas mueven tu mar provocando una tempestad, con olas enormes, que caen inmensas, para verte despertar.
La sal quema los ojos y todo gira sin parar, en esta marea que vomita lo innecesario, lo gastado de tan viejo y lo aburridamente pesado.
Las olas bajan su ímpetu, no quieren hacerte zozobrar, solo te rescatan de la inmovilidad y ves que puedes mover las montañas más arduas y hacerlas temblar.
Estas olas te hacen remar y nadar para llegar a la playa soñada.

Amasando momentos, jugando con el viento, riendo en este bello atardecer.
Se entrecruzan dispares axiomas, según caen las hojas, formando mensajes que esperan ser descubiertos.
Son el después de un antes, tamizados lentamente, filtrados a la tierra.
Ojos que ven lo efímero, lo eterno, encaramado en las crestas de los árboles, latiendo en el tronco.
La naturaleza mostrando el secreto.
Y no se puede más que respirar y vivir, más vivo que antes por lo aprendido.

En un cielo sin fin, que resplandece con un brillo inusual, después de una intensa lluvia.
Despiertan las turbulencias, que estaban encadenadas y los miedos tontos se escapan.
Eres el halcón, que un día imaginaste y que latía en tu cabeza, que se atreve y se deleita con todo lo descubierto.
Que ve las entretelas, que la lluvia al mojar descubre, con las que se visten sus fuerzas.
Es tan ligero volar, sin alas, sin cuerpo, rozando el cielo.
Te miro y te sigo, contigo me atrevo.

Taconean en tu interior fuerzas dispares, que suben y bajan guiadas por los pálpitos de tu corazón.
Melodías que te recorren formando fiestas y verbenas, cuando tu semblante sonríe al viento.
Salpican algunas lágrimas para ver con mas claridad el sol.
De los subterfugios salen preciosas flores de colores, que invaden como relámpagos tus rutas.
Se limpia el viento con tanta naturaleza, huele a eucalipto, a espliego y a un incienso restaurador.
Ese taconeo firme te eleva, te expande, cruzas así peligrosos mares y tierras.
La tormenta resuena y aprendes del instante, despertando al gigante.