Incansable el propósito de volar, tan alto, allá, donde el misterio quiera.
Suenan los tambores dentro y todo se despereza, crece la verde hierba, que luego será el trigo que alimenta.
Alfileres invisibles remueven, manos y pies, que despiertan, a la mas perezosa piedra.
Una obra que crece y quiere vomitarse fuera, como toda la sangre que te bombea.
El miedo aguarda en su madriguera, pero el despliegue de la belleza, lo transforma en coraje y fuerza.
Así vuelas y de tu mano se cogen las estrellas.

Cimbrean los corazones al unísono provocando avalanchas de rocas, para abrir nuevos caminos.
La espesura de la selva no es tan grande, si la maleza entre muchos se corta y retira.
Pisadas que cuentan vidas, que se ayudan y aman, donde a borbotones crecen flores, tras las piedras.
Así el camino se despeja por la sinfonía de latidos que lleva, que no se pisan sino que se esperan.
Y en él hay mas abrazos que carreras.

Incierto el viento arremolinando sueños, moviendo lo que estaba quieto.
Haciendo ascender por el cielo, pétalos con las chifladuras de locos deseos.
Deshaciendo cuentas que caen al suelo con el sonido de lo que late dentro.
La tierra sabe lo que canta el cielo y él se lo descubre, para caer y volar sin miedo.
Todo lo que aprendes, lo conoce el viento que te envuelve para provocar el fuego.
Si lo consigue hay premio, otra estrella luciendo, alumbrado la noche.

Unas amapolas creciendo con argumentos, con ese rojo intenso de ojos negros.
Que se sienten libres, aunque el camino sea el más estéril y seco.
Con unas pocas gotas de lluvia, ellas te montan un tablao flamenco y con un suspiro tus males se pierden por el viento.
Ese rojo está clavado en tu pecho, parece un volcán cuya lava se ha fraguado dentro.
Naciste con ese resplandor, no lo apagues y vuela hasta las cumbres de tus sueños.
No se puede callar lo que vibra, con la melodía de lo que es cierto.
Si las amapolas supieran lo que te han hecho, nacerían en todas las estaciones.

Ráfagas de agua corriendo por los riscos y praderas de tus pensamientos.
Alimentados generosamente cuando desaparecen las dudas y das un paso al frente.
Allí tus sueños crecen, hilados por tus batallas y haberes.
Conforman una amalgama que hace latir a tu corazón fuerte.
Sabiendo que llegas y los amarillos prados, ahora son verdes.
Como la esperanza que mana tan gigante y ardiente que te eleva a las nubes y allí vences.

Las raíces engarzadas en el lugar único, que se nutren de los sencillos y complejos juegos que corren por el universo.
Son el fuego en el suelo que enciende las huellas, marcando el camino.
Se elevan sin prisa, para saborear los intentos.
El momento observa las formas, buscando su reflejo.
Ellas llegan tan lejos como tu quieras arriesgar, soñar, sentir y amar.
Despiertan tu yo mas bello y caminas tan ligero, siendo.
Y caen pétalos de rosa que dan detalles a tus raíces alimentando este cuento.

Tintinean las estrellas, mandándose mensajes entre ellas, desconcertando a los ojos que solo ven la noche oscura.
Ciegos están sino ven ese precioso brillo que hace soñar.
Ellas hacen disparos de luz a los corazones despiertos, que como un dominó cayendo a otros alumbran.
Descolocando, limpiando las telarañas que cubrían los templos.
En su fugacidad encendieron ese fuego eterno, que también tintinea en todos los corazones tocados y locos que viven el momento.

No se que olas me llevan a ti, pero sé que voy, lo noto en los subes y bajas de mi corazón.
Me dejo llevar, sin expectativas, me atrae un resplandor que surge de la nada y se enclava en ti.
Suspiros, al pensar que llego ya y tu sonrisa inunda la oscuridad, la atraviesa y la retuerce, haciendo brillar las piedras.
Una verdad clara, que me hace sentir de una vez todas las incertidumbres, como una certeza.
Así abrazo a la vida tan grande y bella, por ponerte tan cerca.

Resurgen las alas que te elevan hacia esa altura soñada, tan tuya y mágica.
Sonríes y mas te elevas, pasas por todos los entresijos, rompes tu molde y vuelas.
No solo los pájaros vuelan.
Has llegado poco a poco a cruzar el cielo y sentarte en su azul, con la cometa de un niño en su mano.
Ahora flotas, cantas, vuelas y el sonajero de tu risa se lo cuenta a la brisa que te eleva.
Si atas los cabos, eras pájaro en la tierra.

Montaña helada por cuyos riscos encuentran la paz los corazones atrevidos.
Tras la ladera vuela el halcón libre, enamorado de tus cumbres quisiera anidar en ellas.
En busca de un aire puro, de ese instante de aliento, donde sólo crecen las eternas fuerzas de los sueños anclados entre las rocas.
Caen los copos, en tus ojos y se despierta el volcán.
Se estremecen tus arroyos, cayendo por tu cuerpo entero, cuando lleguen abajo en los ojos del halcón todo quedará grabado.
El calor y el fuego enajenados por la montaña helada que ya no es tan fría, por tantas pisadas.