Tiernas prímulas crecen con sus intensos colores en el corazón, lentas y fuertes, en un invierno blanco.
Laten frecuencias nuevas que limpian los ojos con el frescor del rocío.
En las estrechas canículas se fragua un musgo que une todo, con un verde campo que pronto será regado de amapolas.
Y el viento se mueve atrayendo semillas recónditas, refrescando los suburbios de esta tierra que se abona con un bello amor, silbándole a la vida entre arrumacos.