Luciérnagas en una noche de verano observando un cielo de estrellas, pensado si sus reflejos cruzan el cielo y se ven preciosas allí en lo alto, tras el camino.
Transformación interna de radares ocultos en las fibras del corazón que avisan de la crecida del torrente imparable, que nace de las profundidades.
Allí donde hay un diamante que brilla intenso en todas las cuevas, cubiertas por el lodazal paso del tiempo y que esperan ser descubiertas.
Brillo en tus ojos, pulso e impulso, crecidas del corazón, ambiguas fuerzas que se dejan remolcar y te dejan en equilibrio al filo de la navaja.