Subiendo por la ladera de la montaña, descubres flores que no conocías, únicas en su especie.
Despiertan en ti luces nuevas por las que andar y te invade una gratitud infinita.
A veces caen piedras que ruedan y las golpean pero su fuerza y raíz las hace crecer siempre de nuevo pase lo que pase, con tal esperanza que recolocan tus huesos al respirar.
Y te ríes de las caídas porque en su malestar siempre hay tesoros escondidos, perlas variadas, puertas que se cierran para abrir otras.
Así cruzas el umbral de lo desconocido y la primavera nace de nuevo, sus colores te hacen jugar con las mariposas que salen por doquier de tu cabellera, de tus manos, de tu pecho impulsadas por tu corazón.