En un mar aciago de sin razones varías y pintas crece una orquídea en el corazón.
Observa con atención el fragor de las olas, su devenir de ímpetus con la espuma en alto fingiendo una fuerza absurda.
Dando paso a la calma de ese agua salada, que impregna todo y que en el silencio despierta al dragón poderoso de amor.
Pasión en filigranas púrpuras que reinventa canciones pasadas y antiguas, en la calma anhelada.
Un amor que deshace las piedras de la cabeza al riñón, que ama los parpadeos del sol, que guiñan de siempre la vida, pero ahora nítidos iluminan la noche.