Un encantamiento hay en los instantes, que el viento se para resonando un eco.
Ojos atentos que respiran, triquiñuelas arrebatadas por esponjosas nubes en el cielo.
Se rinden las piedras, cantan los pájaros y la fuerza del sol todo lo inunda.
Brotes por doquier en el corazón avanzando hacia la luz, hacia el crepitar de la hoguera que el viento aviva.
Señales que son huellas inesperadas que entrelazadas conjugan armoniosamente, elevándose para darse al fin.
Naturaleza tan vital, tan sencilla y llana que despierta a las raíces dormidas con su alma.