Lanzas una moneda, la “cara” es un espejo en tu casa y con la “cruz” vuelas al alba.
Salió “cara”, pero tú quieres “cruz” y así comienzas el viaje, dejando atrás tu casa.
Caen guirnaldas de los arboles a tu cuello, en este viaje donde no sabes si sueñas o andas.
Tus pasos te guían, a un universo donde no hay prisas, esta marcha es la que te palpita incesante, tan grande y ancha.
Es tu banda sonora, a ver si reconoces la letra, si cuando caigas la piedra te habla.
Viajas con tu mochila al centro, pero aún estas en los extremos de esta telaraña, que te envuelve, sinuosa y serpenteante hacía la montaña.
Tu cerrazón se quedó en casa, mirándose al espejo, no se coló en la mochila, por eso el andar es ligero y vas soltando lastre, cada día, dejando atrás lo que pasa.
Si dudas, andas, no te paras y cuando necesites te salen alas, sobre todo cuando la cabeza te lanza alacranes que no existen, solo en otra área en la que tu ya no paras.
Sabes que volverás a casa con tu mochila llena de los regalos, que el polvo del camino, te rasga en el alma.

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