Como distinguir, si el viento sopla a favor, si el rumbo es el que ruge en tu corazón, desbordando columnas, cuando lo anestesias con un gris metálico.
Como derrotar al nebuloso miedo que hace espirales, engarzándose en tus muñecas. Esas pulseras no son las tuyas, te alinean.
Solo abriendo los ojos y sonriendo al sol, se despejan los caminos, se desenreda la madeja, tirándola lejos hacía ese resplandor.
Un pulso intenso desborda tus muñecas, que rompe los aros que les aprisionaban.
Que ridículo el miedo, tus ojos abiertos lo observan y desaparece cual alimaña.
Ahora que la vida rompe tus gafas y ves el sol, con tus ojos, en tu plaza.