Caen las gotas de agua limpiando los más sucios agujeros, destaponando entrañas, ahogando en el fango lo inservible.
Las margaritas ahogándose tan pequeñas parecen crecer por momentos para poder respirar fuera del agua ese precioso olor a lluvia, erguidas y orgullosas.
Los truenos despiertan de ese narcótico de dejar pasar, sin poder hacer y actuar porque al ver los rayos aparecen serpenteantes caminos por doquier, iluminando en ese breve instante ese lugar que habitas.
Eres esas gotas, te dejas fluir y llevar por ellas, llegas a un río que cruza de costado a costado tu ser y en ese fluir abres los ojos y ves.
