En la espesura de las olas se deshace la espuma en tu cara limpiando las entradas y salidas de las cuevas del corazón y de la cabeza, dejando entrar agua limpia y saliendo con prisa arena estancada, inservible, embotada por el tiempo que desaparece ante tanta belleza.
Tus ojos salados son de mar, cielo y tierra y cuando los caminos se encuentran en un instante único, una cortina de agua reblandece los duros momentos y entra la luz. Por ella a través de las ondas, en un arduo trabajo pero con un fin inédito, buscas tus destellos dormidos.
Caracolas ensortijadas por tu cuerpo elevan sonidos, rugen las olas y el latido del corazón se une al compás encontrado del mar. Eres el agua del río que corre hacia él, hacia la victoria merecida y gloriosa, como una ola gigante que puede con todo.
