Debajo del gélido manto de la nieve la tierra palpita, un hormigueo incandescente, que surge imparable rugiendo con una infinita fuerza.
Eres tú primavera llamando lentamente a la puerta, con tu fogosidad impertérrita derrites el frío, despiertas la sal de las venas que de nuevo empiezan a notar la intensa vida correr.
Sube la hierba invadiendo el corazón con amapolas de ese intenso rojo vivo y fresco que encienden luces apagadas de las cuevas y laberintos de la cabeza.
Las raíces de los árboles se empiezan de nuevo a alimentar y los brotes verdes despuntan libres, vivos y tan tiernos que el júbilo alegre de la dicha de vivir por un instante todo lo llena.
El magma de rocas internas acelera su paso para abrir caminos hacía el exterior y canoas ardientes suben y suben por todos los sitios.
Tartamudeas en este sentir que abre tus brazos hacia la cumbre de la montaña.
Sueños elevándose certeros por las lianas de tu conciencia.
