El viento mueve las copas de los árboles y en su mecer resuenan pálpitos que despiertan nuevos compases de la vida.
Un devenir en sus hojas que te susurra secretos aún no contados.
Tu pelo se mueve y tus ojos ven un infinito, de un cielo azul tranquilo y soñado, donde la calma se mete en tus poros y ves más allá.
Como si la savia de los árboles fluyera por ti con esa inmovilidad pacífica de ellos.
Así aparecen brotes por dentro que quieren salir y expresar sus condiciones, sus razones, su luz.