Una chispa de luz, un vestigio de verdad y el corazón trota victorioso.
Sintiendo la cálida brisa avanzas hacia un precioso campo de amapolas, sin prisa y sosegadamente.
Te recreas en el instante como los niños con esa felicidad infinita del juego.
Es una fuente nueva esta en la que te refrescas, en la que se muestran sortilegios que enredaban tu pelo hace siglos.
No hay parangón, la cabeza para su devenir para escuchar los latidos y creces infinito.