Fragmentos de la vida que ruedan en el interior como las peonzas de los niños.
Que van y vienen susurrando eslabones para aprender de todo, dando la vuelta, levantando, cerrando, para siempre volver amar.
Escudriñando lo esencial, levantando el animo al cielo, sí, gotas de rocío, pegadas a los sueños.
Y en cada despertar un paso más hacia el oasis desvelado.