Rugen los polos despertando al dragón que quiere darse a la vida.
Los ojos brillan atentos a las posibilidades que se muestran.
Un juego de constante complicidad en el aire impregna los pasos a dar, que son los que siempre te elevan a la montaña.
Reverencias por lo mostrado que al estar cosido a la espalda, antes dormía.
Así caminas expectante inmerso en la divina providencia, como regalado de amor y vida.