Hay un centinela esperando que cruces el umbral de la puerta.
Esa que a veces está tan cerca y tu lo sabes, pero te das la vuelta, por si hubiera un monstruo detrás de ella.
Otras veces cruza una flecha que cae justo en el marco y los ojos la siguen, anhelantes por ver.
El centinela observa, no gesticula, solo pacientemente espera, el día que te atrevas.
El tiempo vuela, cuando la luz entra.