En el horizonte, un corazón volcánico es el sol, de rojo, naranja y bermellón.
Cuando lo miras tus ojos arden de pasión, encendiendo luciérnagas cuando la noche está oscura en tu interior.
Descubres caminos alumbrados por ellas, que recorren espacios cerrados antes a tu razón.
Vericuetos con pistas de tu vida, que resurgen fuertes, inmensos, galopando por tus praderas.
Naciendo sorprendentemente, desde el ombligo hasta la estrella más alta, que habla a la luna de luciérnagas encendidas por el sol.
Imponente pasión, cuando encuentras la frecuencia volando por todas partes, sea de noche o de día, hay un dulce latir.