Cantando voy por el camino que lleva al sendero.
Cuanto más me acerco a él, mi corazón golpetea con más ansia.
Rubrican sus latidos firmas en mi alma,
la veleta da vueltas en mi cara y se para.
Baja el ritmo, cada vez estoy más cerca de la senda soñada.
No hay elefantes tan grandes, como mis pensamientos, dando pisadas.
Sus colmillos de marfil son mis armas,
que pegan bocados en la llanura ahuyentado fantasmas.
Tan inmensas son sus huellas que es imposible, no pisarlas.
Ando por sus perímetros para discernir lo que pasa.
Explorando en la senda de mis encrucijadas, encuentro los eslabones.
Los uno y todo se conforma, con gracia.
Elefantes y sus colmillos en armas, me dan la paz soñada.