Irrumpes con tal fuerza en la antesala de visitas que es imposible no abrirte las puertas.
Cuando lo haces tiemblan los desnudos cuadros, las lamparas de diminutos cristales y se desbordan las bebidas al sentir tu presencia.
Invades estancias cerradas con candados enormes que casi pesan más que las puertas que caen a tus pies.
Eres capaz de despertar al dragón escondido en la cueva, que con tu alboroto se despereza de un letargo que suma inviernos y no despertaba a la vivísima primavera.
Así las flores frescas invaden el castillo, las mazmorras, salones y alacenas, esparciendo su bello aroma.
Increíble que vengas ¿donde estabas? Me dibujas los sueños con tus pisadas por mi casa.