Sopla un viento nuevo, dejándose notar en la espesura del bosque.
Remueve ramas muertas y secas que caen al suelo, para ser el abono de lo que nace nuevo.
Se levanta un polvo con la hojarasca, que se hunde en la tierra al acabar su tiempo.
Giran los árboles, bailando la danza que solo ellos saben.
Nadie los ve, solo unos ojos atentos, grandes y bellos.
Que se hacen transparentes, al ver la naturaleza latiendo.
Enseñando la proeza de la vida, que no para en su enorme ciclo.
Formando círculos que conectan hasta el último granito, abriéndose el cielo para esos ojos con luz que estuvieron atentos.