Refulgen en tu interior, colores intensos que te marcan cada día un son, un sabor a vida que diluye rarezas que caen como cascadas a tu corazón.
Por eso en la flor más diminuta hay un poema escondido que te canta una melodía que llega hasta el cielo, pasa por el sol y cae en tu tierra, naciendo continuamente.
En ese renacer continuo, te dislocas, cada día, con tu esencia perpetrando lo que en ese instante efímero, sucede y es tan fugaz como cuando tú y yo nos miramos y no sabemos hablar, solo gozar.
Dame tu mano y siente lo que mis dedos te quieren contar, cuentos de niños que juegan sin parar y saben que en la eternidad están.