Te refugias en lugares conocidos, disimulando a la vida que te mira a la cara y quiere tus latidos, esos fogonazos que remueven tus columnas. Cae el polvo del techo y sales corriendo porque sino morirás aplastado. El miedo no ha podido contigo porque has salido a gritar, a decir que hay una verdad encantada en tu espalda que no veías y aún sigues sin ver, postergada que no se aclimata a lo seguro que le gusta lo incierto porque allí es más libre. La intuyes en el singular vuelo de los pájaros, en las plantas que crecen entre el cemento, en la sonrisa fresca de los niños.

Sudas por encontrarla y esa intención tan puntiaguda te abre la puerta.

Nubes blancas empolvando al cielo con mágicos movimientos y en cada una cuelgas un pensamiento. Verano, calor, descanso y juegos, limpieza, nuevos retos un simposio de comienzos. Las nubes sonríen y cuelgan caramelos con distintos sabores, abre uno de ellos. El verde de la naturaleza también hace su juego mojado con gotas de tus lagrimas de vida. Certezas no hay como las nubes cambian todo fluye en sintonía con las fuerzas de más allá y entre la oscuridad siempre la luz poderosa, blandiendo tu antorcha. No te duermas fluye como las nubes.